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En primer lugar, gracias por entrar a mi blog. Aqui publico lo mejor de mi producción lírica. Espero que te guste, y te inspire a escribir tus propias historias. Porque "escritor es todo aquel que escribe". El internet hizo de forma mas facil la expresión escrita e incluso la hablada. No te dejes convencer de que no vale la pena hacer lo que te gusta, si es tuyo es único.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Adiós



Nunca me han gustado las despedidas. Sequé mis manos sudadas con disimulación con el bolsillo trasero de mi jean. La última mirada desconcertante y voluble que me lanzó casi me desarma por completo, pude paladear su desesperación y su dolor. Mi dolor, allí presente reflejándose en su mirada como otras tantas se había reflejada la alegría y la ilusión. Tragué en seco, y me giré de espaldas a él. Obligándome a ir en su dirección contraria, mientras mis pies insistían a ir hasta él en una carrera inminente a su encuentro. No pude evitar, que los recuerdos me invadieran como una secuencia masoquista diseñada especialmente para torturarme hasta no dejar una parte sana de mí.
Todo había comenzado de forma tan inocente, y natural. Tantas miradas especiales, tantas risas compartidas, tantas charlas sin final... incompletas porque el tiempo nunca era lo suficientemente justo. Tantos sueños incipientes, tantas vivencias que faltaban por existir y que ahora, les daba un adiós honorable. Parecía increíble, inverosímil como algo tan tierno y vital podía retorcerse y lograr que los sentimientos mas limpios y puros terminaran uniéndose al lado oscuro. Ese donde es demasiado... imposible escapar. Haberle dicho adiós a él, verdaderamente él era probablemente la parte más fácil de terminar lo de nosotros. Nuestro amor, ese algo, ese hilo, esa esencia, ese deleite. Si, lo más fácil sin duda. Ahora, tenía que despedirme, y esta vez realmente para siempre de su fantasma que me perseguía, me hacía compañía y me acurrucaba como un cachorro perdido buscando a su dueño. Pero, como podía decirle adiós a los recuerdos, esos que una vez deseaba con locura rememorar una y otra vez hasta terminar exhausta y entre lágrimas. Pero tenía que hacerlo, porque ya no había nada que me atara a él, solo yo misma aprisionada por esa parte de mí terca y torpe que se empeñaba en que no debía olvidar. Y tal vez debía ser así, no olvidar pero sí decirle adiós.
Adiós a la impotencia y la rabia que me provocó la ruptura. Al descontento e infelicidad que trae su recuerdo, los más amargos y los más dulces también. A todas y cada una de las palabras que me hiriendo muy hondo y que jamás podría curar él. Porque aunque me duela reconocerlo, él ya encontró su escape y le dijo adiós al dolor. Ahora era mi turno, de seguir sin mirar atrás, de dejar en esa valija del pasado las discusiones y todo lo que él me quiso decir y lo que yo quise decir. Era y es mi momento de brillar, de ser protagonista de la película y despedirme de su espectro aterrador y confuso.
Pero, también significa decirle adiós a todos y cada uno de los momento dulces y románticos que compartimos, sus últimas palabras de despedida, su última mirada de anhelo, su risa apagada, sus súplicas, sus sueños coloridos, sus sorpresas sin reparo, su cariño, su soporte, y al hecho de saber que siempre podría contar con él.
Adiós a él, y por consiguiente a su fantasma en mí significaba dejar atrás esa parte de mi vida, a la que estaba aferrada con uñas y dientes y que bajo ningún concepto meses atrás me planteé dejar ir. No puedo decir con certeza que él encontró la persona que curará las heridas más infectadas de esa despedida pero tampoco puedo decir que no la encontrará porque sé que será así. Él es de lo que encuentran lo que buscan sin esperar mucho. Yo de las que tengo que luchar por encontrar. No sé cual es mejor o peor, solo se qué existimos así. Un ciclo inevitable, y también hay de los que nunca encuentran nada.
Adiós entonces a los recuerdos y a esa parte de mí. Pero adiós significaba que nos los vería por un tiempo, por un período, por unas horas, por unos segundos... Yo quería un adiós definitivo, de esos a los que no se pueda volver ni que se quiera. Y tal vez el día que acepte que ya no hay ninguna posibilidad de que todo vuelva a ser como antes, entonces ese día yo diré adiós definitivamente.
Adiós a ti, que tuviste mi corazón entre tus manos... ese que un día latió por ti, y que un día también detuviste con tus nudillos.
Adiós a ese amante fiel, que nunca me dejó caer antes las adversidades y que luego él mismo me arrojó al suelo sin levantarme
Adiós al fantasma que me persigue en sueños y despierta, que cada hora me recuerda que te perdí.
Adiós a la parte de mí, que creía en ti hasta el último segundo que fuimos uno solo, que estuvimos unidos.
Adiós al dolor y al rencor, que enfermó mi corazón para dejarlo negro y empañado en busca de una cura.
¿Cuántas veces en la vida decimos verdaderamente adiós? ¿Cuántas veces deseamos decir adiós? ¿Cuántas veces esperamos con ansias decir esa palabra? ¿Cuántas veces tememos que alguien las pronuncie?
Paseé tanto tiempo asustada de que llegara ese día que cuando llegó, el momento definitivo de decir adiós, no dolió tanto porque progresivamente con cada herida un trocito de mí se despedía. Adiós entonces porque no quisiste ver la verdad en mí.
Adiós, porque espero de todo corazón no tener que recordarte.
Adiós recuerdos, adiós. Y caminé sin más sin volver la vista hacia atrás, donde yo sabía que él se despedía con una sonrisa en sus labios, insinuando un adiós sin reparos.

1 comentario:

  1. Amor transformado
    Las nubes ocultaron el cielo por completo, parecía hacerse de noche sin el sol resplandeciente de la tarde. Soplaba un aire frío a mí alrededor, y con casa paso que daba, más fuerte se hacía la brisa.
    Estuve admirando la maravillosa rosa que se encontraba en una maceta en el porche de la casa. Era diferente a las demás por sus tonos de color rosa y toques de un blanco que poco se notaba a simple vista. En cambio las otras rosas eran iguales; amarillas en todos sus pétalos.
    La de color rosa era la más hermosa e importante para mí, porque me hacía recordar a la chica que tanto amo; única y por ser quien es sin importar lo que piensen los demás, y así se sentía aquella rosa frente a las otras. A cada momento la observaba desde la ventana del comedor o simplemente salía para verla mucho mejor y poder tocarla. Decidí llamarla igual que mi amada, así poder sentirla y no quedarme bastante solo.
    Las montañas comenzaban a verse blancas, estaba lloviendo hacia el norte y dentro de poco las gotas caerían sobre nosotros (Se predecía por la dirección del viento). Minutos más tarde, la lluvia había llegado. Me quedé a su lado sintiendo el agua que nos golpeaba y que recorría por todo. Parecía verse feliz, lo importante para ella era el sol, el agua y la tierra que la mantenía con vida. La dejé sola para que disfrutara de su baño. Yo no podía quedarme más tiempo, porque podía resfriarme.
    Fui a la casa para secarme, estaba muy empapado. Me cambié, y ya había dejado de llover. Las nubes se fueron retirando poco a poco abriendo paso al sol que también se iba despidiendo con un resplandeciente atardecer.
    Regresé al porche y me quedé inmóvil por un momento. Sin querer se me escapa una lagrima y cae directo al suelo. La rosa ya no estaba.
    Las otras permanecían en su lugar, pero ella había desaparecido. Solo dejó un pétalo en el sitio que se posaba. Lo tomé con la mano derecha, la acaricié por última vez, y luego el viento se la llevó en dirección a donde se encontraba el amor de mi vida. Al principio estaba confundido, pero luego me dí cuenta que esa rosa era en realidad ella, porque ninguna otra cosa en el mundo podría ser única como lo es. Me alegro de que estuviera cerca de mí y también de haberla cuidado como lo haría si estuviéramos juntos. La amo como no se lo podrían imaginar y espero volverla a ver, solo hasta que llegue el momento de estar juntos por siempre. No importa que forma tome, la reconoceré al instante.

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